A lo largo de cinco días del invierno de 2010, Coste desarrolló una suerte de exorcismo sobre los cinco años de su adolescencia durante los que estuvo sometida a tratamiento clínico. Una larga serie de dibujos realizados obsesivamente durante cinco días para evocar un episodio traumático de cinco años : “5 days 5 years”. El resultado es una inquietante exposición de naturaleza un tanto intempestiva, pero perfectamente cerrada y coherente. Una de las mejores exposiciones que ha podido de verse en la ciudad durante esta anodina temporada.
La serie de dibujos no constituye ninguna reconstrucción documental del episodio biográfico en cuestión; así como tampoco pretende evocar ninguna fantasía específica. El acento recae, de una forma explícita y radical, en la reproducción de una experiencia en el espacio. En efecto, en esta ocasión, a diferencia de lo que venía siendo habitual en el trabajo de Coste, el texto a desaparecido en beneficio de las referencias espaciales y arquitectónicas. Los dibujos reproducen obsesivamente, con aire beckettiano, las habitaciones del centro de asistencia, de su hogar y del hospital, hasta construir una única escenografía: una habitación severa, adornada con una silla, una cama y una cruz amenazadora. Esta célula de reclusión, envuelta en contenedores arquitectónicos geométricos y austeros, lejos de aparecer como un espacio propio y de recogimiento, se impone como un lugar inhóspito, poblado de rumores interiores y reproducido hasta la saciedad. Junto a los dibujos, una pequeña escultura de hierro reproduce de nuevo la misma habitación.
Los dibujos permiten ensayar una lectura atenta al detalle iconográfico (la repetición de retículas carcelarias, la insistente aparición de una chimenea de ladrillo, la ocasional inclusión de autoretratos resueltos a garabatos, la enigmática presencia de una notación horaria, …) pero no parece imprescindible desvelar ninguna secreta significación para cada uno de estos motivos. A diferencia de lo que acontece con el lenguaje en tantos otros trabajos de Coste, donde cada signo se comporta de un modo ajeno a las convenciones, ahora cada ingrediente del dibujo aparece con su absoluta literalidad. No hay ningún proceso metafórico en curso sino, por el contrario, una exposición abierta de una experiencia vital sujeta a un escenario concreto, a un espacio reglado para la contención, violento por su austeridad correctora y dramático por su silencio supuestamente curativo. La asepsia hospitalaria y el ascetismo higiénico que caracterizan la arquitectura clínica, en lugar de garantizar el tránsito hacia el sosiego, se convierten ahora en recipientes del miedo y la soledad.
En la dilatada tradición literaria sobre el arte, se ha reconocido un especial protagonismo para la función terapéutica que este pudiera ejercer. Este trabajo de Coste se presta fácilmente a hacer concesiones en esta dirección pero, sin desmentir la importancia ahora pudiera tener esta clave de lectura, lo más substancial en estos dibujos apunta en otra dirección todavía más ambiciosa: la eficacia con la que el arte crece junto a lo vivido. No importa tanto si con estos dibujos se consigue maltratar un recuerdo hasta liberarse de él como, por el contrario, aceptar todo aquello que transita por nuestras cabezas a pesar de los lugares donde se lo recluya.