Daniela Ortiz. ABC de la Europa racista, 2017.
Los cuadernos de alfabetización siempre ocultan, tras la pátina estrictamente pedagógica, unos determinados modelos de cohesión social y sus respectivos códigos de exclusión . No hay modo de instruir en la enunciación sin la utilización de una suerte de predicados inevitablemente ideologizados. ABC de la Europa racista es un abecedario – inspirado en viejos cuadernos infantiles que con sarcasmo jugueteaban con el espíritu del imperialismo británico – que ejerce sin tapujos la facultad de conceder a cada letra la potestad de construir relatos sin ninguna neutralidad. En esta tesitura, el despliegue alfabético que ahora propone Daniela Ortiz, aborda dos funciones paralelas. Por una parte, el instrumento de alfabetización se construye (véanse con especial atención las entradas E, I, O, W, Y y Z) como una herramienta de empoderamiento para las comunidades racializadas desde la perspectiva euroblanca dominante, incapaz de corregir su soberbia moral y su gen colonial. Por otra parte y en el reverso de esa primera función, el mismo alfabeto también opera como oportunidad para construir los primeros balbuceos que permitan, ya no desaprender el discurso racista y clasista que sustenta los valores del aclamado espíritu europeo, sino desmontar los enormes desajustes, miopías e hipocresías que atraviesan el relato elaborado por la propia izquierda europea frente a las comunidades migrantes no europeas. Esta segunda perspectiva, por su desarrollo sutil, quizás solo quede al alcance de los alumnos más aventajados; así que no vamos a desperdiciar la oportunidad de amplificar esta alfabetización para un público tan vasto como sea posible.
La posición dominante disfruta de todos los privilegios, perogrullo; pero pasa inadvertido que el privilegio también puede construirse gracias a una sofisticada narrativa contra los valores dominantes. Así, por ejemplo, la apología de los procesos de integración que supuestamente combaten la exclusión, en lugar de preservar la diferencia con sus extrañezas, la laminan y la procesan de tal modo que al integrarse no hacen sino consolidar el mismo modelo de paz social y de cohesión de clases que estigmatizan la diferencia. Solo desde una posición de centralidad hegemónica se administran los procesos de reeducación que filtran aquellas diferencias susceptibles de integración. Otro ejemplo; frente a las estructuras racistas europeas que facilitan la conversión de las comunidades migrantes no-europeas en una clase trabajadora extramadamente precarizada, cuando no una mera masa de gente abandonada a su suerte a las puertas o dentro de Europa, la réplica se reduce a una defensa de los sacrosantos derechos humanos básicos que habrían de garantizar un techo y una ingesta, eludiendo que el verdadero derecho no reside en conceder a la vida su posibilidad biológica sino en posibilitarla en su dimensión política. La libertad de tránsito y la igualdad de oportunidades no pueden subordinarse a la concesión de limosnas – para unos bienintencionadas y para muchos gestionadas como un rentable mercado – que solo consolidan la condición privilegiada de los donantes. Podríamos añadir más ejemplos de estos cortocircuitos ideológicos que denotan la perduración de un colonialismo blando de efectos tan contraproducentes como los que quedaron prescritos en los libros negros. En cualquier caso, de lo que se trata es de abrir de par en par las posibilidades de enunciación que siembra esta herramienta pedagógica heterodoxa, construida con pedazos del relato dominante que ahora se recomponen para ensayar, a contratiempo, su imprescindible naufragio.