Schengen. El Castillo. El doble titular, más allá de sugerir una metáfora por la cual los dos polos del enunciado pudieran identificarse – el espacio Schengen es, en efecto, un territorio amurallado – lo que señala es un giro. La frontera ya no puede ser pensada como un simple obstáculo físico que demarca una línea divisoria, sino que ha de examinarse como la imagen paradigmática de los procesos formativos que organizan buena parte de la dinámica social. Junto a la frontera se estructuran distintas relaciones institucionales y sociales que organizan la movilidad, la figura del trabajo y los flujos económicos, la gestión del territorio, la (in)comprensión cultural e incluso, determinados imaginarios del deseo.. Si la frontera era tradicionalmente un escollo frente al sueño de un espacio fluido, hoy es más el modelo donde comprender precisamente la infinidad de flujos regulados mediante los cuales el poder produce su espacio, lo zonifica, lo conquista, lo defiende y lo controla. La frontera ya no anhela distinguir dos espacios erráticos, sino definir los protocolos de gestión de un espacio nómada global. En otras palabras, en las puertas del castillo es donde, de la forma más visible, se impone la sombra de la biopolítica que absorbe la vida natural hasta convertirla en una mera coreografía de cuerpos absolutamente gobernada o, en el peor de los casos, donde proliferan cuerpos fantasmáticos en permanente disputa con un crónico estado de excepción. La frontera se convierte así en el lugar donde se desarrollan todas las posibles modalidades de competencia por el espacio y lo que aquí se presenta, interpretando el sur de España como la puerta europea más emblemática, es una detallada cartografía de esta batalla a la luz de distintas prácticas económicas
La perspectiva del proyecto de Xavier Arenós se resuelve también mediante un doble punto de vista. De una parte se ofrece una visión cenital y panorámica. A vista de pájaro, toda la línea costera se divisa como territorio afectado por la dinámica fronteriza, desde las rutas mediterráneas que conducen a los puertos de Alicante, Almería, Málaga o Algeciras, hasta los enclaves africanos desde los que se esponjan o se proyectan los movimientos con la península. Esta visión general es la que permite articular la metáfora kafkiana e interpretar el conjunto del territorio como un muro levantado a golpes de piedra y de disposiciones legales. El mapa que ofrece esta visión cenital, gracias a esta efectiva comprensión metafórica de la frontera, engloba en un mismo plano situaciones y problemáticas aparentemente dispares. Los largos recorridos, las situaciones de espera (para embarques legales o para asaltos a las cercas),el transporte artesano de mercancías o los mecanismos informales de distribución, se conjugan todos como una única realidad capaz de insinuar las jerarquías y los protocolos que ordenan el combate por el espacio fronterizo. A su vez, es posible descender hasta la visión cercana, en la que se desarrolla el verdadero reportaje mediante una ingente cantidad de datos visuales y textuales gravitando sobre el eje de las distintas practicas espaciales sobre las que se canaliza la economía del territorio. Es en este nivel donde cada una de las realidades puede ser aprehendida de una forma autónoma y, en consecuencia, desde su dimensión humana. Esta doble mirada entre la escala individual del pequeño acontecimiento y la dimensión geopolítica en la que este debe inscribirse, es la que permite constatar como la geografía, lejos de la bondad de la toponímia, ha adoptado el rol de un sistema predeterminado.
El Castillo kafkiano, como es harto conocido, es una novela inacabada. El editor Max Brod, sin embargo, dejó constancia del posible desenlace previsto por el autor: el protagonista recibiría en su lecho de muerte la notificación por la cual “en consideración a ciertas circunstancias accesorias”, le permitirían vivir y trabajar en el interior de la ciudad. La ambigüedad de este final es doble. No solo el ingreso se permitirá de forma accidental y provisoria sino que además, al recibir la noticia en la “última hora”, Kafka podría dar a entender que los protocolos del poder afectan incluso a lo fantasmático. Dicho de otro modo, la agenda política de la frontera ampara por igual lo permisible y lo indeseable, lo tangible y lo oscuro y, precisamente por ello, en la frontera es donde se programan absolutamente todos los indicios de movimiento. En la frontera cristalizan los grados formales de tolerancia y permeabilidad, pero también se provocan todas las otras formas (ilícitas?) de acción.