Máquinas de vivir. Flamenco y arquitectura en la ocupación y desocupación de espacios. La Virreina. Centre de la Imatge. Barcelona. martí peran
A finales de los años cincuenta, una vez superado el cataclismo de la guerra y restablecido el orden bajo el modelo del bienestar, se hizo imprescindible virar desde la ortodoxa crítica de la economía política hacía la crítica de la vida cotidiana. Las fuerzas de dominación ya no se inscribían de forma exclusiva en la explotación de la fuerza del trabajo sino que, por el contrario, se habían difuminado hasta penetrar en la cotidianeidad mediante una excelsa promoción de modelos de vida y de consumo que se ofrecían como una suerte de umbral hacía la felicidad. En ese contexto se iniciaron lo que después se ha reconocido como el giro espacial y el giro performativo. El primero apelaba a la importancia del espacio vivido (Henri Lefebvre) frente a los espacios reglados por la arquitectura y el urbanismo; a su vez, el enfoque dramatúrgico en el análisis de las interacciones sociales (Erwin Goffman) abría la brecha para atender los distintos modos de producción de significado mediante aquella misma capacidad de “producir espacio” que emana desde la esfera de las prácticas. Se trataba, a fin de cuentas, de articular un relato capaz de rescatar las potencias creativas más allá del dictado de un modelo de bienestar convertido en una “reducción del mundo a una geometría del beneficio” (Raoul Vaneigem). En el marco de esta operación surgieron múltiples propuestas teóricas y numerosos ensayos prácticos por parte de los situacionistas, los provos y otros tantos agentes contraculturales. Pero también se hizo imprescindible dar con algún modelo capaz de encarnar la nueva máxima : plutôt la vie. Los romaníes, gitanos y flamencos se llevaron la palma.
Máquinas de vivir , al hilo de una cita de Lorca, propone una aproximación a las espacialidades del mundo gitano como alternativa a la machine à habiter propuesta por Le Corbusier. Tras un “Prefacio” en el que destaca la bipolaridad de Moholy-Nagy, capaz de fascinarse por igual con los preparativos de la Carta de Atenas (Architects’ Congress; 1933) y el estilo de vida zíngaro (Gross-Stadt Zigeuner; 1932), la exposición se organiza en tres capítulos: “Espacio Radical”, “Espacio Social” y “Espacio Teatral”. Cada uno de ellos, a su vez, está punteado con numerosos trabajos fotográficos (Josef Koudelka, Jo Spence, Colita, Ramón Zabalza, Carlos Pérez Siquier, Jan Yoors, …) que ponen en evidencia las tensiones que afectan la representación del colectivo gitano, siempre atrapada entre el documental etnográfico y la fascinación por la dimensión coreográfica de su forma de vida. En “Espacio Radical” es donde el acento recae en la atención que el Situacionismo prestó al mundo flamenco. Junto a la conocida experiencia capitaneada por Pinot Gallizio en Alba que habría de desencadenar el proyecto de ciudad móvil de Constant (New Babylon), tambien se rescatan trabajos menos conocidos como los proyectos arquitectónicos de Har Oudejans o las más tardías pesquisas filológicas de Alice Becker-Ho sobre la jerga gitana. Desde un extremo a otro, en cualquier caso, lo flamenco aparece como modelo de un vivir resistente y resilente, capaz de rechazar el trabajo, postular el nomadismo, practicar la fiesta y con todo ello producir una heterodoxa forma de habitabilidad. El capítulo “Espacio Social” gravita sobre dos ejes complementarios. El primero recoge distintos proyectos habitacionales ideados para poblaciones gitanas en Francia, España y Portugal que representan auténticos hitos arquitectónicos (Cité du Soleil, Gao Lacho, Quinta da Malagueira,…) muy pronto substituidos por la convencional planificación de periferias urbanas que se despliega en la segunda parte de este capítulo. El “Espacio Teatral” funciona como una suerte de oasis donde resaltar todas aquellas experiencias en el campo escénico (Teatro Estudio Lebrijano, La Cuadra de Sevilla, Cortijo Espartero,…) que, desde los años sesenta, rompen con la tradición a la italiana del mismo modo y con el mismo propósito que la vida gitana rompe con las convenciones modernas sobre los modos de habitar.