Parcela 5413.
A propósito de Spanish Coast (Jordi Colomer). martí peran
Camping Nautic Almata. Parcela 5413. Se trata de una parcela de las denominadas “clásica”; una suerte de nivel intermedio entre las categorías “básica” y “premium”. La clasificación obedece a criterios funcionales: la dimensión variable del pequeño solar en cuestión, la cercanía respecto a los distintos servicios y, por supuesto, los desiguales grados de sombra garantizada. Cuando se inauguró el camping, en 1971, no parecía necesaria esta jerarquización territorial; bastaba con asentarse a discreción a medida que se iban produciendo las llegadas de los veraneantes. La improvisación y la espontaneidad originales a penas duraron dos años; muy pronto se impuso la exigencia de un orden que convirtió el conjunto del solar en un puzle de lotes particulares con valor específico. El desenfado y la naturalidad de los primeros asentamientos parecían conservar – aunque al modo de un vago zeitgeist – los ecos de las distintas tentativas de “urbanismo unitario” que se sucedieron durante la década anterior.

El urbanismo unitario – un concepto acuñado por Constant en el marco de su periodo situacionista y en sus elucubraciones para New Babylon (1959-1974) – no es sino la herramienta con la que se pretendía idear “une ville pour une autre vie”[1]; una ciudad ideal en la que se mejorarían las condiciones de vida, se estimularía la creatividad, se podría satisfacer con facilidad el impulso lúdico y, ante todo, en la que quedaría preservada la movilidad y el nomadismo como garantías de una vida no estanca, ni en lugares ni en principios. Junto a la nueva Babilonia de Constant, bajo la misma idea de urbanismo unitario se podrían reconocer también propuestas como Plug-in city (1964) de Archigram o, incluso, la Ville spatiale (1959-1964) de Yona Friedman. A pesar de que esta colección de ensoñaciones aspiraba a contrarrestar la hegemonía del modelo lecorbuseriano – una ciudad anclada al lugar y organizada mediante una severa corrección funcional del espacio – oponiéndole un “espacio social laberíntico” y una práctica del vagabundeo, el urbanismo unitario a penas sobrepasó la condición de ensayo prospectivo. Acaso sea el camping, en su versión primeriza, la materialización más efectiva de ese ideal de urbanismo unitario. En efecto, desde la parcela 5413 todavía se divisa el espectro de una ciudad vulnerable y babélica, movediza por completo, en la que se suceden habitantes ocasionales con sus múltiples y diversos enseres y en la que parece prevalecer, bajo el carácter de lo vacacional, la aspiración a una vida otra, aunque sea solo por un tiempo transitorio y ya sea en su versión básica, clásica o premium.

La reducción del ideal del urbanismo unitario a un campamento veraniego, no debe interpretarse como la inevitable consecuencia distópica en la que suele declinar toda utopía, sino como una de sus condiciones de posibilidad. A los pies de la nueva Babilonia ideada por Constant, no nace un nuevo mundo, pero se configuran microciudades ocasionales en las que se custodia la eventualidad de un vivir distinto, ajeno a cualquier anclaje y de espaldas al imperativo de la productividad. Desde la parcela 5413 se puede constatar el discurrir continuo de sujetos con sus casas portátiles y sus más variados cambalaches para levantar estancias efímeras. A pesar de la aparente despreocupación general y la informalidad generalizada, en el conjunto del recinto no dejan de producirse las tensiones y los pequeños conflictos derivados de un ensayo de convivencia sin el apoyo de un riguroso modelo de contrato social. Un aparato eléctrico excesivamente ruidoso, una mascota con incontinencia urinaria, una leve invasión del lote ajeno o unos gemidos lascivos en la quietud de la noche, pueden malbaratar la relación, hasta entonces tan afectuosa, con el vecino de turno. El destino de la imaginación utópica no reside en el estricto cumplimiento de los preceptos que la definen sino, por el contrario, en los efectos reales que sea capaz de producir y con independencia de las nuevas dificultades que puedan producirse y que habrá que afrontar. El propio Constant subrayó que New Babylon no era sino un modelo que debía servir para sucesivos ensayos; una suerte de prefiguración que funcionaría como espoleta para crear ambientes reales que permitieran interactuar con el espacio y el tiempo de un modo nuevo, hasta entonces despreciado o desconocido. El pensamiento utópico, en efecto, lejos de capturar la vida bajo una forma nueva, opera como una mera semilla para una dinámica entrópica en el interior de la cual esa misma vida quede abierta a un suceder cambiante y dispuesta a constantes transiciones.
Así como Constant versiona el mito de la Torre de Babel de un modo prospectivo, cual “Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones”[2], la tradición impone interpretar aquella soberbia humana descrita en los pasajes del Génesis de un modo correctivo. No es conveniente, nos dicen, excederse en nuestros propósitos. En el marco de esta tradición la propuesta de New Babylon es una auténtica anomalía. Lo conveniente, sugiere ahora, es obedecer a la potencia del deseo y a la fuerza de existir que, por fin, podrán consumarse en la Babel futura. De un modo parecido y tan anómalo como sucede con Constant, también Kafka se aproxima al mito de un modo heterodoxo. En el cuento “El escudo de la ciudad” (Das Stadtwappen; 1920) los constructores de la torre, convencidos de los avances técnicos que traerán consigo las generaciones futuras, abandonan la “fuerza del pensamiento” que los indujo a iniciar su insensata empresa y, en su lugar, se abandonan a la construcción de su propia ciudad terrenal. La consecuencia es que, en este plano, huérfano de un deseo radical, se multiplican las envidias y las disputas generación tras generación, ocasionando tal grado de inmundicia, que la nueva y menguada ensoñación colectiva – como expresa el escudo de la ciudad – se reduce a esperar el día en que un puño gigantesco ateste unos golpes definitivos a los cimientos de la inconclusa torre y todas sus construcciones aledañas. La posible moraleja parece cristalina : la comunidad que dimite en la práctica de la imaginación radical queda condenada a la conflictividad que destila una vida prosaica.
A la sombra de New Babylon me hospedo en la parcela 5413; un enclave real repleto de pequeñas oportunidades y de previsibles incomodidades. Lo más sencillo sería interpretar el episodio como un contacto esporádico con la artificiosidad característica de un contexto turístico, y con la obscenidad del tiempo vacacional como mero reposo para un regreso más efectivo a la productividad. Esta lectura convertiría la parcela en un vulgar rincón de la ciudad kafkiana; un escombro derivado del abandono de la imaginación utópica inicial. A pesar de esta tentación, considero preferible experimentar la situación como un humilde nuevo babilónico. El espíritu utópico requiere juego e ingenuidad. Solo de este modo esquiva la amenaza de su declinación distópica.

Spanish Coast. Performance para actriz y maquetas (2017) juega con los mismos ingredientes con los que yo ocupo la parcela 5413. En la acción escénica, la protagonista interactúa con distintas maquetas mientras ejecuta un extenso monólogo que encadena fragmentos del citado cuento de Kafka, en distintos idiomas[3], junto a otras numerosas voces que remiten a un contexto de transeúntes veraniegos. Las maquetas proceden del proyecto Únete! Join Us! (2017), un ambicioso trabajo sobre el nomadismo y las ciudades móviles que ahora actúan como antes podían hacerlo las maquetas de New Babylon: un marco prospectivo de posibilidades. A su vez, la actriz con sus arengas, encarna la materialización de esas ensoñaciones convertidas en testimonio de un mundo real, salpicado de ridiculeces mundanas pero capaz de custodiar la fuerza del deseo y de la imaginación. Con ella comparto parcela. 5413.
[1] Constant. “Otra ciudad para otra vida” (1959). En Constant. Nueva Babilonia. MNCARS. Madrid, 2015. Pp.162-167.
[2] Naturalmente, hacemos un guiño al lector al citar el célebre libro de Raoul Vaneigem, coetáneo de Constant en sus escarceos imaginado un mundo mejor. (Raoul Vaneigem. Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones (1967). Anagrama. Barcelona, 2018).
[3] Ya en el blog Babel, Jordi Colomer acumula traducciones del cuento de Kafka en una peculiar babelización de lo babélico (fuegogratisjordicolomer.blogspot.com.es)